Todo esto es tú culpa. Fuiste tú quién decidió estar donde
estás. Tú mismo creaste este vacío por el que andas cayendo. Fuiste tú quién
decidió lanzarse en caída libre y sin paracaídas.
Tú mismo cavaste tu
propia tumba. ¿Cuándo es suficiente?
¿Qué tan hondo tiene que ser el fondo para ya dejar de caer de una vez por
todas y empezar a elevarse otra vez? ¿A dónde se va todo lo que fuiste que tal
vez ya ni podrás ser aunque quieras? ¿Cuántas piezas del rompecabezas sobran y
cuantas se necesitan para empezar de cero? ¿Es posible hacerlo?... Hacer cuenta
regresiva de tus errores para empezar a hacer una nueva lista.
Ni todas las palabras que salgan de mi boca o escriban estos
dedos podrían describir mi odio, mi hastío, mi fastidio social. Tengo fastidio
hasta de mí misma, de lo que me he
convertido. Desahogo mi inconformismo en letras que se quedan navegando en la
nada y sólo me ayudan a no explotar más de lo que ya lo hecho. A no hacerme
daño, a no atentar contra nadie. Sólo contra los versos y las palabras que el viento
mantiene vigentes pero a la vez se las lleva lejos. Escribo sin parar, sin
pensar, sin editar pero sintiendo cada puta letra que digito. Queriendo escapar
tan lejos donde nadie me encuentre, donde nadie opine, donde nadie se meta.
Donde nadie tergiverse mi realidad con la suya.
No sé a dónde me fui… A dónde se fue mi carácter, mi fuerza,
mi fluidez… Ahora siento que en vez de alas tengo ladrillos en los pies. No
encuentro el martillo necesario para romperlos, solo quiero huir, alejarme del
mundo hasta desaparecer. Pero esa es mi maldita salida siempre para todo y por
eso siempre vuelvo al mismo punto. Cada vez peor y cada vez más vacía.
Porque me voy tan lejos que pierdo el control de las cosas
que podría manejar estando cerca.
Me siento tan corrosiva, tan dañina, tan nociva, tan oscura.
Tan impotente, tan capaz pero a la vez tan débil. Me doy rabia, me doy asco. Yo
no soy esto y siempre lo he sabido pero aun así corro con los brazos abiertos
hacia la mierda que me como, en la que me revuelco. Porque a veces la mierda se
camufla en perfumes, en miles de colores llamativos pero aun así no es más que
eso. Una puta mierda que me corroe y me intoxica. Cada vez más…
Yo y mi hija de puta maña de buscar siempre en la basura
algo mejor. De preferir la salida de emergencia que la que le corresponde a la
entrada.
Qué ironía como luego quieres escapar de todo lo que alguna
vez construiste.
Qué asco cuando terminas preso de ti mismo y tus decisiones
y luego no te soportas. Y hasta te odias.
Pasar de ser un ser regido por sensaciones para luego sólo
tener sin sabores.
Siento que he caído tan bajo que ya no hay un asfalto más profundo
que en el que me estrellé de cara.
No sé por dónde empezar, o tal vez sí. Pero no me da la puta
gana.
Tengo un arraigo mental que no sé cómo romper y tampoco sé
si sea lo suficientemente fuerte para hacerlo. Me agujeré el alma y la luz se
escapó por todos los orificios de mi cuerpo.
Siempre escogiendo el camino más largo, tenebroso,
turbulento. Siempre queriendo hacer de lo simple la cosa más compleja. Siempre
creyendo que lo puedo todo para que al final la realidad me escupa en la cara y
me demuestre el bicho tan pequeño que soy en este universo tan grande.
La dicotomía de tener el poder de hacerlo todo y no tener el
control de nada me taladra la cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario